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jueves, 1 de abril de 2010

¿Egoísta, Solidario o Ambos?

Desde tiempos remotos el hombre se ha preguntado acerca de si el té o el café son la bebida que representa mejormente los más elevados ideales y las más tiernas virtudes del espíritu humano, sin embargo yo no vengo a hablar de la vieja pelea del té y el café, mucho ya discutieron Platón y Aristóteles al respecto, en mi humilde opinión agregar algún detalle a la misma discusión ya no aportaría nada de real valor agregado.

Mi diatriba es un revuelco cochino sobre si deberíamos abrazarnos en una orgía masiva de altruismo y solidaridad de todos con todos, o por el contrario deberíamos adoptar la visión individualista del egoísta que gusta de lo propio y se contenta con dominar y aplastar la resistencia, que en definitiva salva su propio trasero.

Pero quizás lo primero que haya que preguntarse no es si debemos elegir entre altruismo y egoísmo, quizás la pregunta correcta sea ¿es posible realmente escoger entre altruismo y egoísmo o estamos predeterminados a uno?, la pregunta misma nos pone claramente en el plano de la otredad y la propia voluntad, puede realmente el hombre voluntariamente hacer algo que en verdad no quiere o que le es una desventaja, lo cierto es que el hombre puede terminar haciendo cosas que no quiere, por ejemplo los tics involuntarios o la tartamudez ocasional que son un gran problema que a todos les puede pasar en algún momento, sin embargo aquello no es un acto volitivo, un acto de voluntad humana, diferente es el caso de aquel hombre que carga con la cruz y se sacrifica por el otro, ese que da hasta que duela (mmhh... interesante concepto) y se rompe los huevos por el otro, en definitiva aquel a quien podríamos llamar claramente un altruista (de altrui= los otros).

"«Ya no sois vuestros» (cf. 1Cor 6,19–20). El apóstol ya no se pertenece más. Se vendió, se entregó a su Maestro. Para él vive, para él trabaja, por él sufre. El punto de vista del Maestro viene a ser el importante. Mis preocupaciones, mis intereses dejan lugar a los intereses del Maestro.

¿Qué trabajo escoger? No el que el gusto, el capricho, la utilidad o la comodidad me indiquen, sino aquel en el que pueda servir mejor. El servicio más urgente, el más útil, el más considerable, el más universal. ¡El del Maestro!

¿Con qué actitud? Se trabaja tanto si gusta como si disgusta, a mí y a los otros. Es el servicio de Vuestra Majestad. Debe proseguirse, extenderse, abandonarse, pero no por ambición humana, necesidad de acción, o conquista de influencia, sino porque es la obra del Maestro. Hacer lo que Él haría.

A esta obra se subordina todo, incluso la salud, la alegría espiritual, el reposo y el triunfo. Según lo de San Pablo: «Me encuentro apretado por ambos lados: tengo deseo de verme libre de las ataduras de este cuerpo y estar con Cristo, lo cual es sin comparación mejor; pero el quedarme en esta vida es necesario para vosotros. Convencido de esto, entiendo que permaneceré todavía y me quedaré con vosotros» (Flp 1,23).

Es un trabajo amoroso, no de esclavo. No se queja, sino que se alegra de darse, como la madre por su hijo enfermo. Es un don total a la obra del Maestro que se abraza con cariño, de manera que llega a ser más sacrificio no sacrificarse: Ama su dolor."

-Padre Alberto Hurtado, texto número 43 "Ya no sois vuestros"

Este párrafo que no quise acortar a lo que podría ser necesario para entregar la idea completa y no una parcela descontextualizada (cómo me dijo un pastor por ahí "texto fuera de contexto huele a pretexto") revela justamente de que se trata todo esto, a través de este amor cristiano el hombre ha de convertirse quizás no en esclavo, pero en algo cercano, quizás justamente lo que diferencie a uno de otro sea por un lado cómo se dice "el que uno desea entregarse y el otro es violado en aquella libertad", sin embargo también podemos argüir que el esclavo justamente por la necesidad de ser retenido a la fuerza demuestra el punto de poseer un espíritu libre dispuesto a liberarse si ha de tener la oportunidad, aquel espíritu del que carece el cristiano que ni siquiera es esclavo, sino siervo (que podríamos considerar aún peor y humillante), no es de extrañar que la sociedad medieval redujese considerablemente la cuota esclavista precedente en la edad antigua, no tanto por la ausencia de explotación, sino que por la misma acción de la iglesia que esclavizaba el corazón y el espíritu libre, encerrando así a este espíritu en una horrible morada celestial imaginaria donde se veía impotente para ser desplegado cómo voluntad conquistadora (y no me refiero a un espíritu/fantasma, sino a un impulso presente, material).

El cristiano en este punto
su voluntad ya no existe, no cabe más que encontrarle la razón al Padre Hurtado: "El Apóstol ya no se pertenece más. Se vendió, se entrego a su Maestro". Sin embargo aún a pesar de todo esto el cristiano es profundamente egoísta, egoísta por intentar comprar el cielo con acciones o egoísta por arrastrarse bajo los pies de su señor esperando unas palmadas en la cabeza, al final de cuentas no hace un acto sólo por el bien del otro, en última instancia hace un bien por el bien de su señor amado, cómo un coqueteo que espera devenir en la muerte o algún momento cómo matrimonio celestial entre el siervo y su señor celestial, cómo explayación de su deseo egoísta contenido y proyectado a la deidad.

Pero hay otra palabra para hablar de esto o quizás dos que usaré no academicistamente, sino de forma libre, laxa, yendo al cayo, al concepto, el primero de estos es la raíz latina al, de donde surge el termino alter, el otro contrapuesto y del que a su vez viene alterar "hacer de un algo, otro", de ahí "alius y alia" literalmente el otro (en latín), de allí alias (conocido por otro nombre), aliado y alianza de lo que hablaremos más tarde, pero también alienus (ajeno, de otro, extraño, extranjero), de ahí la palabra Alienación que es cómo volverse extraño a uno mismo y volverse extraño en general no es de extrañar así que de antaño hasta los psiquiatras se llamaban a sí mismos Alienistas en aquella época, sin embargo hay sólo algo común a casi todas las definiciones de Alienación, el perder la voluntad, la capacidad de decisión, ya no importa tanto si la elección fue en origen libre, su estancamiento en una sola dirección despierta las sospechas de que el interruptor ha sufrido desperfecto. La otra palabra bien es Enajenación, que viene a ser cómo "volverse ajeno" (en-ajenarse), con idéntico sentido.

Y bueno da para pensar, porque todo esto de la psicología partió un poco como eso, para sanar la alienación y la enajenación mental. Que más que dejar de ser egoísta implica un estilo de neurosis severo en el que "se priva uno mismo de sí mismo y de sus deseos e impulso propio a la felicidad, bajo los fines que uno mismo egoístamente proyecta cómo de otro aunque estos no sean realmente así, sino un modo de nuestra demanda a los mismos, un modo de ser feliz a través de los otros, a su costa parasitariamente, imponiendo el modo de nuestra felicidad a sujetos que posiblemente no la comprendan".

¿Esta realmente aquel hombre trabajando por los otros o en el fondo trabaja para sí mismo?, después de todos aquel "mundo en el que nadie sufra y todos sean felices" es su deseo propio, individual y egoísta, que claramente pueden ser muy diferentes a los deseos de esos otros a los que está ayudando y claramente el mayor beneficiado en aquel orden es él mismo, quien se regocija con el advenimiento del mundo en la forma que él lo deseaba, aunque el precio del mismo sea justamente que el no pueda participar de aquel (después de todo siempre hay mucho de mártir en todo el que se declara abiertamente altruista, aquel que cambia el dar y recibir por el dar hasta que duela).

En aquella medida el verdadero Egoísta (diferenciemos del egoísta con minúscula que se contrapone al altruista) no se opone a ninguna praxis concreta (por ejemplo el altruismo), sino que por el contrario la niega no creyendo en ella, implantando la más cruda sospecha sobre todo acto que desea demostrarse desinteresado, pues considera claramente estúpido que la voluntad se mueva en contra de sus propios intereses y ve en los actos que parecen ser más desinteresados el claro germen de cumplir los propios intereses egoístas, aunque estos no se cumplan en el sí mismo, sino en las ambiciones externas del ego.

Verdaderos Egoístas de tomo y lomo eran Thomas Hobbes, Max Stirner, Friedrich Nietzsche, así cómo quizás el mismísimo (y Bakunin y Marx perdonen mi alma pecadora) Adam Smith, quién por otro lado levanta las banderas de la simpatía y la empatía, las cuales a través de ponerse en el lugar del otro buscarían por lo demás seguir aquellos fines que van más allá del sujeto. Sin embargo aún así pensando, estos fines que van más allá de nosotros y que mueven fuerzas oscuras y abstractas en nuestro interior en la consecución de sus propios fines no podrían ser en ningún sentido actos de nuestra voluntad, no podrían ser actos del yo, del ego, sino de aquello, del ello, de la misma lucha primordial entre eros y thanatos, bien tienen estas fuerzas interiores sus medios para provocar movimientos en nosotros (el deseo, el placer, el dolor, la irritación, el malestar, la molestia y cuanta sensación interna nos impele a una acción) y quizás sea nuestra adherencia a estas mismas fuerzas la que define en términos generales nuestro bienestar, pero nada de eso es voluntad, nada de eso es el hombre tomando sus propias decisiones éticas, aquel es un trabajo del Ego y de nadie más que del Ego, ni de Dios, ni los otros dioses, ni la ley, ni la moral, ni cuanto normamiento se le quiera imponer al espíritu libre.

La libertad del espíritu en su elección, bien es fácil de probar y comprobar en todo momento, cambia de elección, tuerce tu voluntad a nuevos fines, vuelve nuevamente a un inició y rompe tus decisiones nuevamente, la libertad es poder, la libertad es falta de barreras, es espacio vital, mueve tus brazos y abre un alrededor, aquel es espacio libre para tu espíritu, su pregunta sin embargo no es ¿que puedo hacer? sino ¿que deseo realmente hacer?, bien podría un palurdo de pacotilla decir que su fin es seguirse de cierto ordenamiento, aunque sea el del mismo estomago (hedonismo), su ordenamiento en un momento preciso es un mero capricho irrelevante, el mero ejercicio contextual de la persecución de uno de los muchos fines del espíritu, no puede entramparse en un deber ser que vaya más allá de sí mismo, pues el fruto de lo mismo será el más soporífero aburrimiento, justamente la falta y renuncia a toda libertad del espíritu, en otras palabras, en un mundo en el que todas las respuestas están dadas de antemano no hay espacio para decidir, para el acto volitivo, en última instancia para la voluntad humana, para la humanidad misma.

Por eso el espíritu libre es mitad bestia y mitad dios, terrible hasta sus últimas consecuencias, terrible porque en la libertad de su voluntad puede elegir hasta el más profundo de los males y la más alta y bella de las bondades y doblemente terrible porque a pesar de su voluntad puede ser forzado a la más brutal y cruel de las maldades por las fuerzas que habitan en su interior, así cómo al más bello de los actos por su ternura interior. Es cómo Ortro (escuchen bien los despistados ortRo) cómo Ortro el can infernal de dos cabezas, hermano de Cerbero e hijo de Equidna y Typhón, el can monstruoso bicéfalo del cuál nunca sabrías cual de las dos os fauces os atacaría primero.

Sin embargo hay quien establece la existencia de dos egoísmos, haciendo una burda y mal justificada división entre egoísmo racional y egoísmo irracional, cuando la razón del egoísmo esta en sí mismo y no necesita ninguna justificación, aquel burdo intento no obedece a otro más de los intentos por hacer ojos cerrados al conflicto constante y violento, a negar las relaciones de poder que se ejercen en la sociedad y entonces uno debería preguntarse ¿a quien justamente beneficia eso? pues claramente beneficia al tramposo, al ladrón, al asaltante, al político, al empresario y a todo quien ocupa el modelo del sistema para su provecho y seamos justos, si el sistema favorece a esta clase de sujetos, bien podemos decir que los produce en masa y nos llama a ser como ellos, nos llama a ser empresarios (aunque sea mini empresarios, mejor para ellos, pues tienen de quien comer) y nos llama a ser políticos (aunque sea mini políticos dedicados a participar por facebook y a votar cómo masas electorales ciegas y estúpidas), nos llama a ser asaltantes (pero no guerreros saqueadores que barren pueblos cómo Atila, sino flaites de cuchilla corta que se gastan en drogas lo que reducen del atraco).

Vivimos una mascarada de las verdaderas causas que guían la sociedad, quienes han caído en esta máscara irreal reprochan a Dios la maldad del hombre y al hombre la maldad de la naturaleza, sin embargo en su propia bondad y re-afirmación de la bondad ciega lo que hacen es potenciar el abuso de quienes manejan al sistema para sí, pues son justamente ellos los del discurso más bello, aquel discurso de que el hombre es llamado a vivir en paz y bien común, ellos son justamente los que a espaldas de todos se muestran aún más egoístas y mezquinos que el simple egoísta solitario.

¿Solidaridad de todos modos? Pues sí, solidaridad no es altruismo, en su origen etimológico está realmente el concepto de lo sólido, al concepto de la fuerza y la dureza, del afianzamiento, la unión, sin embargo entre la unión de una masa desinteresada que sigue la voz del profeta, yo bien prefiero la unión solidaria de un grupo de egoístas que negocian y acuerdan sus objetivos (que pueden o no, ser colectivos), que son llamados y unidos por su propio deseo (siempre libres para marcharse), que establecen sus ritos y sus propios códigos en la medida que los aceptan y les son útiles (a sus propios objetivos Egoístas, ya estén puestos en sí mismos o en otros).

Porque yo no confío en nadie que siga un acuerdo una vez que este le deja de ser útil, bien creo que cuando le deje de ser útil lo romperá y no tendré garantía, será mi culpa su traición, después de todo el mayor atributo de mi noción de virtud es la inteligencia, la audacia y la astucia, por eso sólo creo en la palabra de aquel a quien le conviene mi compañía y amistad, en última instancia de quien me teme y de quien me ama, aquel que es parte de mi comunidad, que quiere crear un mundo conmigo, aquel a quien conozco y en quien puedo confiar, con el quiero crear mi sociedad de egoístas solidarios, mi sociedad de sociedades.

Basta recordar las palabras de Martin Niemöller (pastor luterano alemán y nazi arrepentido en la marcha) sobre el avance del fascismo:

"Cuando loas nazis vinieron por los comunistas, me quedé callado; yo no era comunista

Cuando encerraron a los socialdemócratas, permanecí en silencio; yo no era socialdemócrata
Cuando llegaron por los sindicalistas, no dije nada; yo no era sindicalista
Cuando vinieron por los judíos, no pronuncié palabra; yo no era judío
Cuando vinieron por mí, no quedaba nadie que pudiese levantar la voz."


¿Esto quiere decir que podemos mezclar el té con el café y crear una nueva bebida?
Por supuesto que no, no sean ridículos, ¡el café no se vende, ni se mezcla! (a menos que sea con Vodka)

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